BAYONA
Me comuniqué con Rincón para
preguntarle sobre el funcionamiento del Blog y, en el transcurso de las
conversaciones, me dijo que podía escribir un artículo en Word, que él lo
subiría si se lo enviaba.
Yo pensé: Uy, que risa, este no
sabe que en Matemáticas sacaba buenas notas, pero en Literatura, el cinco
pelado. En cualquier caso, me debió quedar el gusanillo, porque, al final, me
decidí a hacerlo sobre dos aspectos: Anécdotas
de la Escuela y del Viaje Fin de Carrera.
LA ESCUELA
Una cosa que quería comentar con
vosotros es: ¿Os habéis fijado en lo trajeados que íbamos todos o casi todos en
casi cualquier momento? ¡Igualico (soy maño) que los jóvenes de ahora! Se nota
en eso también que eran otros tiempos. Igualmente estoy seguro de que entonces
poníamos muchas menos faltas de ortografía que las que ponen ahora.
***
Otro tema es el del edificio
propiamente dicho. Como se puede ver en el apartado del Blog correspondiente,
era un edificio modernísimo y con todos los adelantos de la época. Pues bien,
el flamante arquitecto no se le debíó pasar por la cabeza en 1964 que pudiese
haber mujeres Ingenieras de Telecomunicación, por lo que no pensó en equipar
Servicios para mujeres. Las chicas que había (pocas, es verdad), tenían que
irse a Secretaría o bien utilizar la táctica de ir de dos en dos (eso no creo
que les importase mucho, porque es una práctica muy habitual en este género) y,
cuando salía el primer chico, preguntarle si quedaba alguno dentro y, en caso contrario,
quedarse una de guardia en la puerta, turnándose en la vigilancia.
***
También recuerdo una vez que
cruzábamos un día al Paraninfo para hacer unas prácticas de Topografía,
cargados con los Teodolitos, Miras y demás parafernalia y, más tarde, un compañero
que estaba conectado a la frecuencia de la Policía nos dijo que había oído cómo
un número de los grises (que por aquel entonces siempre estaban vigilando la
Universidad), le decía a su Mando: “Salen de Telecomunicación llevando con
extraños artefactos, ¿Cargamos?”
VIAJE FIN DE CARRERA
Recuerdo que las visitas a los
Museos no eran nuestro fuerte (aunque pude ver a la Mona Lisa en el Louvre (con
menos gente de la que hay ahora), un rápido recorrido por el Bristish Museum y
Van Gogh en el Rijksmuseum, pero ha sido en sucesivas visitas cuando he visto
las cosas con calma y como es debido.
Recuerdo algunas anécdotas,
aparte de la que me parece haber visto mencionada de pasada en este foro,
cuando pasamos a Berlín oriental y a uno de nosotros que tomaba inocentes fotos
en la estación de metro adyacente a la Puerta de Brademburgo lado este, le
quitaron la máquina de fotos o el rollo que llevaba, por tratarse de alto
secreto- Concretamente dos episodios:
La primera afecta a un compañero
que espero no se enfade, porque mi comentario es elogioso. Estoy casi seguro de
que fue en Berlín (occidental esta vez), donde entramos bastantes a ver un
espectáculo diurno de strip-tease (lo que era imposible de hacer el España). En
el trascurso del mismo, una señorita, entre bailes y contorsiones, se quedó
completamente desnuda (totally naked). No sé los demás, porque yo no quitaba
ojo del pequeño escenario mientras contemplaba aquello con ojos desorbitados (la
verdad es que no había visto nada igual en mi vida). Pero lo emocionante fue cuando la stripper se
empeñó en que saliéramos uno de nosotros con ella al escenario. Muchos
escurrimos el bulto, pero resulta que se animó a salir Carlos Grau que, entre
gritos de ánimo del resto, desempeñó un papel estupendo, con una gracia tremenda
(que yo no le conocía y que tampoco creía que tenían en general los catalanes),
bailando con ella y quitándose la chaqueta poco a poco, tapándose los ojos con
la mano simulando que no quería ver a la bailarina, toreándola con la chaqueta,
etc., pero todo con mucho salero y ninguna vergüenza en unos momentos que no
por breves dejaron de pasar a la historia de aquel viaje.
Otra anécdota menos graciosa en
Berlín es que se me rompió el asa de mi maleta, con lo cual era muy complicado
moverla, así que entramos en una estupenda tienda de todo maletas y, como no
tenía dinero para comprar una nueva (aunque sí para un radiocasete Grundig que
era un lujo aquí en España), pretendíamos que entendieran lo que me había
pasado a ver si le daban una solución. Como no teníamos ni puñetera idea de
alemán, y aunque me hice acompañar de Antonio Bugallo, de segundo apellido
Siegel (su madre parece que no se volcó en enseñarle su lengua materna), no nos
hacíamos entender de ninguna manera. Señalábamos el asa de una de las maletas
que tenían expuestas y levantando repentina y bruscamente la mano, exclamábamos
¡Kaputt!, ¡Kaputt! Tan violentos debieron ser nuestros ademanes de estirar
hacia arriba, que se les iluminaron de comprensión los ojillos, y me sacaron:
¡¡Un sacacorchos!! Al final conseguí unos aros de cuero con un asa y así pude
terminar felizmente el viaje
El otro momento fue en alguna
Autostrada, ya en Italia. Paramos en un Área de Descanso a la que, como existen
también en España desde mucho más tarde, se podía acceder por ambos extremos de
forma que atendía los dos sentidos del tráfico. Pues bien, cuando ya estábamos
casi todos en el Autobús para reanudar el viaje, comprobamos con asombro que el
profesor de Tecnología que nos acompañaba, Gómez Cordobés, había bajado por el
otro extremo del Área y, en lugar de volver a subir para cambiar a la otra
dirección, comprobamos con horror que optaba por cruzarse la AUTOPISTA sorteando
el tráfico que pasaba a gran velocidad y saltándose incluso una pequeña valla
que había en la mediana, entre coches que tocaban el claxon y mientras le
mirábamos aterrorizados pensando que allí quedaría aplastado, haciendo honor a su apodo. ¡Pues bien,
consiguió cruzar los dos sentidos y subió al autobús sentándose en su sitio con
una sonrisa beatífica, mientras los alumnos le mirábamos alucinados! Pienso ahora
que llevábamos un profesor porque le apetecería a él hacer el viaje y no porque
en aquellos tiempos fuera preceptivo acompañar a unos tíos tan grandotes como
si fuera el viaje de cuarto de Bachillerato, con el fin de controlar que no
hiciéramos el gamberro (que lo hicimos, me acuerdo nuestras voces en el Metro
de Londres entre el sordo murmullo de las conversaciones
inglesas). Mind the gap!
ACLARACIÓN DE CARLOS GONZÁLEZ-MADROÑO
Quiero ampliar un poco la anécdota de Julio sobre la detención de uno de nosotros en el metro del Berlin ruso, en nuestro viaje fin de carrera.
ACLARACIÓN DE CARLOS GONZÁLEZ-MADROÑO
Quiero ampliar un poco la anécdota de Julio sobre la detención de uno de nosotros en el metro del Berlin ruso, en nuestro viaje fin de carrera.
El detenido fuí yo, por hacer unas fotos en la misma estación a unos "vopos" (volk polizei). Me encerraron en un cuarto, me trajeron un intérprete y me interrogaron que por qué estaba haciendo fotos a instalaciones del gobierno. No sé lo que contesté, porque el poco inglés que sabía en aquella época, se me olvido. Me quitaron el pasaporte, se llevaron la máquina de fotos y allí me dejaron en aquel cuarto decorado con fotos de Walter Ulbricht, Lenin y Stalin. Os podéis imaginar mi acojono hasta que pasado un tiempo y firmar una serie de papeles, sin saber lo que firmaba, me devolvieron el pasaporte y el carrete de fotos velado.
Pero ahí no quedó todo: Cuando me liberaron, me estaban esperando algunos compañeros que fueron testigos de mi detención y que lamento no acordarme de quienes eran; al yo decirles que ya nos podíamos ir me dijeron que habían detenido también a Antonio Bugallo. Vuelta a esperar a la segunda liberación.
A Antonio lo detuvieron por "Tráfico de divisas". Esto necesita una explicación.
El único requisito para pasar a la zona rusa era el cambiar 4 marcos occidentales por 4 marcos orientales. Ese era su negocio, cambiar uno por uno cuando en el mercado el marco oriental no valía nada.
Durante la visita a Berlín oriental, al grupo en el que iba Antonio se les acercaron unos chicos alemanes pidiéndoles que si les hacían el favor de cambiarles marcos orientales por occidentales ya que al volver a la estación los podían cambiar sin problemas. La razón de su petición es que con ese dinero podrían comprar, en tiendas para turistas, "medias y perfumes para sus novias".
A Antonio se le ablandó el corazón y cuando de vuelta al control de pasaportes pidió cambiar más de los cuatro marcos que había obtenido a la entrada, el vopo de turno apretó un botón y Antonio a la trena. Tras firmar una serie de papeles y el consiguiente interrogatorio lo liberaron.
AMPLIACIÓN
Voy a ampliar un poco la anécdota de Julio sobre la detención de dos de nosotros en el metro del Berlín ruso, en nuestro viaje fin de carrera.
El detenido fui yo, Carlos González-Madroño, por hacer unas fotos en la misma estación a unos "vopos" (volk polizei). Me encerraron en un cuarto, me trajeron un intérprete y me interrogaron que por qué estaba haciendo fotos a instalaciones del gobierno. No sé lo que contesté, porque el poco inglés que sabía en aquella época, se me olvido. Me quitaron el pasaporte, se llevaron la máquina de fotos y allí me dejaron en aquel cuarto decorado con fotos de Walter Ulbricht, Lenin y Stalin. Os podéis imaginar mi acojono hasta que pasado un tiempo y firmar una serie de papeles, sin saber lo que firmaba, me devolvieron el pasaporte y el carrete de fotos velado.
Pero ahí no quedó todo: Cuando me liberaron, me estaban esperando algunos compañeros que fueron testigos de mi detención, Cesar Real y nuestro ínclito profesor Don Joaquín Gómez Barquero entre otros, al yo decirles que ya nos podíamos ir me dijeron que habían detenido también a Rafael Pérez Carreras. Vuelta a esperar a la segunda liberación.
A Rafael lo detuvieron por "Tráfico de divisas". Esto necesita una explicación.
El único requisito para pasar a la zona rusa era el cambiar 4 marcos occidentales por 4 marcos orientales. Ese era su negocio, cambiar uno por uno cuando en el mercado el marco oriental no valía nada (20 a 1).
Durante la visita a Berlín oriental, al grupo en el que iba Rafael se les acercaron unos chicos alemanes pidiéndoles que si les hacían el favor de cambiarles marcos orientales por occidentales ya que al volver a la estación los podían cambiar sin problemas. La razón de su petición es que con ese dinero podrían comprar, en tiendas para turistas, "medias y perfumes para sus novias".
A Rafael se le ablandó el corazón y cuando de vuelta al control de pasaportes pidió cambiar más de los cuatro marcos que había obtenido a la entrada, el vopo de turno apretó un botón y Rafael a la trena. Antonio Bugallo fue con él para traducirle porque hablaba alemán. Les metieron en una habitación, cerraron con llave y le apuntaron con un flexo a la cara. Le preguntaron donde había cambiado el dinero y si conocía a las personas a quienes se lo había cambiado. Le requisaron el dinero y le hicieron firmar unos papeles confesando el delito e informándole que si volvía a hacerlo le encarcelarían; luego los acompañaron para dejarles donde estaba el grupo.
Lo que no me acuerdo es si después de estos hechos fue cuando nos fuimos al striptease que ha relatado Julio.
Nota: Este texto se ha confeccionado con los recuerdos y aportaciones de Antonio Bugallo, César Real y Gerardo García.