El cuartel


Mi estancia en el cuartel. Por Manolo Rincón.

He comprobado durante estos intercambios de fotos y datos que vamos teniendo en estos días, que muchos colegas guardan muy gratos recuerdos de la época de su servicio militar. A la luz de estas visiones retrospectivas, yo mismo he pensado en si realmente fue como he creído hasta hace poco un tiempo perdido o yo me perdí muchas cosas en ese tiempo. No voy a incidir sobre el Robledo, donde estuve descolocado entre compañeros del 57 que no conocía, en que el capitán Berrocal me castigó varias veces por mi falta de espíritu militar y a poco me echan a la mili normal, pero conseguí el nombramiento de sargento eventual. Solamente me voy a centrar en la época de cuartel.
Yo llegué un buen día vestido de bonito al destino que había pedido en tercer lugar (Primero Redes Permanentes, luego el Centro Electrotécnico y el tercero el Regimiento de Transmisiones de “El Pardo”). Un cuartel de corte monumental, amplio ybien situado.
Me presenté al TTE. Coronel Poole Picardo como, pedia la citación recibida, quien me dijo que mi destino era la Compañía de Guerra Electrónica. El cuartel se llamaba “Zarco del Valle” y era un centro histórico de las comunicaciones militares, con compañías de Radio, Telefonía, Parque Móvil y Plana Mayor. Las telecomunicaciones en el Ejército de Tierra habian comenzado realmente en la Guerra de África.
El Capitán de la compañía de cuyo nombre no me acuerdo, me dio rápidamente tarea. Yo impartiría los cursos de cabos que debería de haber dado él y a cambio no tendría guardias. Me pareció un buen trato y acepté. No me gustaban nada los sargentos “profesionales” ni los cabos primeros, que se las sabían todas. El contacto con la tropa me hizo ver una realidad que no conocía. Como era la juventud no universitaria. Me llamó la atención el gran número de analfabetos que había, cuando yo creía que estaba erradicado en España el analfabetismo.
El Sargento Pinos era mi “colega” chusquero y me dio sus “consejos” de persona que llevaba allí diez años. El cuartel era antiguo, pero en buen estado de conservación, con naves para las compañías, un edificio central para oficiales y el despacho del Coronel.
Las clases eran de electricidad muy elemental y de conocimiento de los equipos que allí había: Radiogoniómetros, amplificadores de potencia y altavoces, ya que se hacían “servicios” de megafonía, como cubrir la visita de Richard Nixon en octubre del 70 con altavoces y música militar, en el que me tocó ir a la Gran Vía para la instalación y donde un militar de paisano me quiso “empurar” por ir de uniforme cogiendo a una chica por la cintura. Gracias al teniente al que enseñaba COBOL la cosa no llegó a mayores.
Había cantina, muy barata, donde muchos suboficiales se emborrachaban a diario. Me vienen ahora los recuerdos de aquellos soldados, sus ilusiones y preocupaciones, sus ganas de volver a sus casas a veces muy lejanas. Otra de mis misiones es que la TV se viese perfectamente en la compañía, ya que era la única distracción por las tardes de los no pernoctas.
A las dos regresaba a mi casa tranquilamente y por la tardeme  iba a alguna clase de doctorado, la del ruso Redes en el dominio del tiempo, era la que más me interesaba y preparaba la oposición para el CSIC. El trabajo de becario en Siemens hube de dejarlo.
Llegó el servicio llamado “semana” y eso suponía una semana sin salir, pasando lista, acompañando al comedor, etc. Muy pesado, pero como entraban los primeros, solo hice una en los cuatro meses. Vi licenciarse a muchos soldados muy contentos, llegar otros del CIR muy compungidos, las bromas (más duras que las del Robledo)….
Todo eso viene a mi memoria ahora, tras décadas de olvido. No había nadie de la Escuela de Telecomunicación en aquella época (supongo que tenían buenos números y fueron a buenos sitios). Los días pasaban rápido y yo ya deseaba marcharme pues aquello era monótono. Recuerdo a soldados que eran músicos o estudiantes con los que hice cierta amistad y a los que hice algunos “favores” que casi me cuestan muy caro.
Y llegó el final de 1970 y con ello mi despacho de sargento de complemento que he perdido. Conservo “la verde” como recuerdo.
No me imaginaba que años más tarde mi proyecto profesional “estrella” sería para Defensa y que llegaría a visitar el Pentágono, pero eso ya es otra historia.
He recompuesto estos recuerdos y hace poco he escrito un pequeño libro “histórico”, donde el cuartel y el Regimiento cobran vida de nuevo pero en la lejana fecha de 1936. Tampoco lo habría pensado en 1970.
Espero que al amable compañero que ha llegado hasta aquí no le haya aburrido demasiado.

Gracias. Manolo Rincón 23.01.2019

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