Selectivo


Memorias de un pobre “Ye-yé” en la ETSI de Teleco. Capítulo I. El Selectivo.

Allá por septiembre de 1964, aprobado el temido PREU, un puñado de atrevidos muchachitos nos matriculamos en aquella rara ingeniería de Telecomunicación. La nueva escuela aún no estaba urbanizada, pero el edificio era francamente chulo, de aire futurista. El curso aún se llamaba selectivo y nos dejaban el dibujo para segundo curso. El Sr. D. Emilio Novoa, Director de la Escuela en aquel entonces, nos recibió más bien con cajas destempladas que con cariño o amor, anunciándonos que no soñásemos con tener en 5 cursos el título. Nos ubicaron en la parte que Pepe Ranera, el inefable bedel denominaba "de Ingreso". Aún los cursos de carrera seguirían aquel año en Conde de Peñalver. Éramos 3 grupos ordenados por  ordenen alfabético más otro para los que se cambiaban de plan, llamado complementos. En total unos 300 alumnos. En mi grupo (el tercero) nos daba Física D. Vicente Castro Cubells y nos explicaba sólo mecánica utilizando el texto 24 temas de física. En matemáticas (algebra/cálculo) D. Antonio Rodríguez Rodríguez nos enseñaba desde las integrales más raras a los desarrollos en serie y la programación lineal sobre unos maravillosos apuntes del catedrático Sr. Ros, que comprábamos por cuadernillos en la escuela vieja. En Química el Sr. Ortiz no explicaba el Babor. Había problemas de matemáticas que nos daba “el chaquetas”. Ese curso nada de electricidad o electrónica. Íbamos raudos a coger sitio (las clases eran por la tarde), haciendo cola y corriendo de la puerta a la clase para coger el sitio. Mis compañeros en primera fila aquel curso fueron Morales (tristemente fallecido) y Solé. En la primera fila aguantamos estoicamente todas las clases. Hacía frio en invierno pues la calefacción no iba (era un raro sistema por aire). No había ni bar ni prácticamente nada. A la parte derecha (laboratorios) no podíamos pasar. Había al final de cada trimestre parciales no liberatorios y ya nos dimos cuenta que no se iban a atar los perros con longanizas precisamente, cuando terminase el curso. Se podía fumar y los no fumadores nos asfixiábamos. Pepe Ranera era un cachondo y nos informaba de muchas cosas. Vendía algunos apuntes y cualquier papel que necesitásemos. En diciembre los exámenes trajeron muchos disgustos. Yo aún recuerdo un complicado problema de programación lineal en matemáticas. Empecé a desarrollar un plan B para irme a Físicas en caso de que aquello fuese imposible de aprobar. Cuando se conocieron las notas el primer sorprendido fui yo mismo al estar entre el pequeño grupo de los que aprobaron todo. Mucha gente iba a la academia Dobao-Diaz Guerra. Yo no fui a ninguna academia, pero en ratos libres empecé a estudiar Inglés que vi como imprescindible. El segundo trimestre fue largo. En clase solo había una chica Mercedes Sabau Graciati. Recuerdo también a Luis Ruiz que venía de la Universidad Laboral con Trullén de Blas (el Trucha para los amigos). Hubo un informe (Matut) que decía que con el plan “Ye-ye sobrarían cientos de ingenieros en España. Esto nos alarmó mucho. El segundo trimestre nos obligó a estudiar aún más en especial derivadas y límites en matemáticas y mecánica analítica en física, donde aparecieron unos apuntes del Sr. Gimeno Ots. No había coches en el aparcamiento, solo el 600 del Sr. Rodríguez, el Morris del Sr. Gimeno y el Gordini del Sr. Ros. La escabechina fue similar en los parciales del 2º trimestre. En el tercer trimestre aún nos estrujaron un poco más, pero los que logramos sobrevivir nos vimos recompensados con las papeletas que nos daba Pepe. Recuerdo que él cantaba la nota y los aprobados le dábamos un duro. Mis papeletas, que aún conservo decían: Algebra lineal: 5,7, Cálculo infinitesimal: 5,3, Física: 5,2 y Química:7. Por curiosidad pregunté al Sr. Rodríguez por qué era tan baja la calificación y me dijo que el que hacía todos los problemas merecía un máximo de 6, pues allí no servía aquello de la mitad es un 5. Así que más ancho que largo me fui al muy útil SEU y me apunté a un trabajo de verano en Inglaterra, a ver si podía aprender más, recolectando fresas, ya que la pequeña beca de la que disfrutaba no me daba para más. Y a soñar con que al curso próximo ya empezaría realmente la carrera.

Manolo Rincón